<p>Este cuento está inspirado en una antigua leyenda china, y es tan actual como íntimo: la relación entre el arte, la belleza, y la forma en que la imaginación puede ser una vía de escape… o incluso de salvación.</p><p>El protagonista es un pintor, Wang-Fô, un hombre que ha dedicado su vida a observar el mundo y a traducirlo en imágenes. Pero no pinta solo lo que ve: pinta lo que <strong>siente</strong>, lo que <strong>intuye</strong>, lo que otros no logran ver. A través de sus ojos, la realidad se transforma. Y eso es, quizás, lo más poderoso de esta historia: <strong>la idea de que el arte, cuando nace de una mirada profunda, puede abrir puertas donde antes solo había paredes</strong>.</p><p>Este cuento no es solo una historia sobre un pintor. Es un homenaje a la imaginación como forma de libertad. A ese espacio interior donde, aunque todo afuera parezca perdido, todavía hay algo que se puede crear. Y eso —a veces— es suficiente para salvarnos.</p><p><br></p><p>Los que quieran escribirme pueden hacerlo a
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