<p>La mesa equivocada es aquella que aparenta satisfacción pero termina debilitando el corazón y desviando el propósito. No todo lugar que ofrece alimento nutre el espíritu, ni toda invitación produce vida. Por eso es necesario discernir dónde nos sentamos, qué voces escuchamos y qué decisiones estamos alimentando, entendiendo que la mesa que elegimos puede marcar el rumbo de nuestra fe, nuestra identidad y nuestro futuro.</p>